Las ideas de futuro fluyen por mi cerebro, esparciéndose, diluyéndose y creándose ilusiones por sí sólo. Por lo menos te calma la idea de que los sueños y las ilusiones es pura química neuronal que te sube la adrenalina y te hace entrar en un estado de alegría efímera, muy bonita, pero efímera e idiota a la vez.
Los veranos sin hacer nada me matan. He aprobado todo, el curso este año ha salido que ni pintado excepto un pequeño inconveniente. Pero, ¿ahora qué? Ahora me muero del asco intentando encontrar prácticas que no me dan o que me desilusionan diciendo que ya llego tarde para pedir un puesto de prácticas en cualquier medio. ¿Y qué hago? Solo quiero trabajar, me muero por trabajar por tal de hacer algo y no morirme de asco y aburrimiento. Me salen ideas como escribir un libro, estudiar inglés y francés, pero lo que deseo es conocer el mundo, cómo se mueve, salir de aquí, conocer y degustar las malas y buenas experiencias laborales y, sobre todo, aprender de la vida.
Tengo 21 años, saco buenísimas notas, me siento preparada para lo que hago, pero no me brindan oportunidades. Mientras tanto sueño en viajar, tener un buen puesto de trabajo, mi propio piso y, mi propio libro de experiencias publicado.
Me despierto y me doy con un canto en los dientes.
Todo cae por propia inercia, hasta las ilusiones transformadas en impulsos eléctricos y pura química neuronal que el cerebro fabrica para tí, brindándote un pequeño momento de euforia desatada.
Me siento… rara.