Una sola cosa consigue flagelar al corazón humano más valiente y atrevido. Esa cosa se llama «Tiempo».
Normalmente siempre juega en nuestra contra. Aunque le echemos la culpa al «Tiempo» realmente la causante de nuestros desasosiegos es la «relatividad» de cada caso.
Cuando mejor nos lo estamos pasando es cuando más rápido pasa. En una jornada laboral infinita parece que el puntero del reloj se queda fijo en un punto y, por mucho que lo deseemos, no se mueve nunca. A veces, de repente, el «Tiempo» se detiene para siempre haciendo que, de la vida, pasemos directamente a la muerte. Más allá no sé qué podrá ocurrir o si, el «Tiempo», volvería a hacer de las suyas en esta etapa.
Pienso mucho en el «Tiempo» como una pequeña hada traviesa que juega contigo. Ella nunca envejece por lo que, cuando divisa que nos preocupamos por los años que sumamos, se ríe delante de ti, inmortal, preciosa, inaccesible y mágica. Y deseas con todo tu ser parecerte a ella, aunque sea solo un instante. Y, con «instante», volvemos de nuevo a volcar la importancia en el «Tiempo», siempre ahí y, en muchas ocasiones, sin estar presente.
Con el «Tiempo» observamos como los seres queridos a nuestro alrededor se hacen mayores, como nuestras amistades se alejan, como tú mismo no sabes cómo construir tu propio camino. Existe gente que puede tolerarlo, otra entra en crisis y los nervios sobre el futuro le reconcomen cada segundo.
Pero… ¿la felicidad está relacionada con el «Tiempo»? Pensamos que, si se parase en un momento mágico, seríamos felices para siempre. Si pasa y ese momento desparece volvemos a ser desgraciados. Las propias palabras necesitan tiempo para poder transmitirse, ya sean escritas o de manera oral. Incluso el lenguaje corporal estima de microsegundos para actuar. Tiempo, tiempo, tiempo…
Lo peor del «Tiempo» son las lamentaciones y las inseguridades. Es el momento que más juega en tu contra.
La Hada del Tiempo me llevó a una de esas fiestas nocturnas. Le encanta y, para jugar con nuestra mente, detiene el «Tiempo» pero deja que nos podamos mover a nuestro libre albedrío. Podían pasar días enteros en una eterna noche de solo 6 horas. Divisabas personas que trataban de divertirse, de no pensar, dejando a un lado los problemas y el sufrimiento en un jolgorio que no conocía final. Cuando al hada le daba por hacer de las suyas esas personas iban convirtiéndose en esqueletos humanos que no dejaban de bailar, de reír, de conocerse sin jamás darse el nombre.
Yo fui una de ellas.
Cuando el hada nos dio tregua y nos dejó salir junto con un reloj que ya marcaba la hora te percatabas de que el mundo giraba a tu alrededor y que no te esperaba, que no quería nada de ti.
El tiempo había pasado. Algunos nos dimos cuenta de que, la felicidad, se había quedado atrás para siempre.
Quizá tenga tiempo de recuperara.
Descubrí esta canción de Motta… no recuerdo cómo ni cuándo pero fue la causa de que escribiera estas letras: