Es increíblemente triste pensar en el tiempo. Saber que no puedes ser capaz de controlarlo te hace el más indefenso de los seres, sobre todo en instantes donde el señor Cronos es tu enemigo. Aunque, a veces, también sea tu aliado.

Seguro que os habéis sentido como yo millones de veces, aunque muchos no sepan apreciar las pequeñas cosas que de verdad importan, los pequeños instantes que nunca se olvidan. El tiempo nunca corre a nuestro favor, pero siempre puede pararse en el instante que más deseas.

Magia. Sientes la magia. Recorre el espacio que discurre en el más largo de los frames y los sentidos se agudizan el doble, o el triple, o mucho más. El tiempo no existe, todo se detiene y sólo te mueves tú y lo que deseas que haya a tu alrededor. Agitas los dedos al son de la música que tus oídos quieren escuchar, tu corazón sale disparado a otra dimensión, tu mente es capaz de flotar sola y tu piel es más sensible que en su estado normal. ¿Por qué? No se sabe, ni la ciencia lo sabe… Dejas atrás tu perspectiva empírica para trasladarte al mundo de Dionisio. Y entonces… comienza el espectáculo que tu memoria recordará para siempre.

Pero, a pesar de que te sientas el rey, el Todopoderoso del tiempo y el espacio que es capaz de detener y potenciar todos los sentidos, el tiempo simplemente ha sido agradecido contigo y te ha obsequiado con uno de esos momentos que se esperan con más ahínco. Mientras tanto, él irá a su bola, mientras tú le persigues para que te regale uno más de esos instantes efímeros, que te dé un poquito de su poder para dominar el mundo.

Es una verdadera pena que los mejores momentos no duren para siempre. Por mucho que se deseen, por mucho que sueñes, no volverán. Sin embargo, sé paciente, quedan aún muchos otros por aparecer. Mientras tanto, sigue persiguiendo al tiempo sin descanso. No le odies. Ámalo.

Ha sido la peli de Benjamin Button… 

Tazón de cereales, Earl, leer, dormir, soñar…