Si pudieras entrar en mi mente te darías cuenta de que se trata de un completo circo. Hay funciones de payasos que te harán reír a carcajadas, llenos de colores y de fantasía, sonriendo sin parar empatizando con los demás para que nunca jamás decaigan. Mi mente realza mi cuerpo y mi rostro, maquillándolo de falsa felicidad puesto que la gente no merece ver caras tristes. O eso cree ella.
En otras ocasiones hay acrobacias para esquivar los golpes y salir airoso de cualquier mamporrazo. Luego hay ejemplos de fuerza sobrehumana que hacen que mi mente consiga levantarse cuando no es posible esquivar los golpes.
También aparecen funciones con animales, pero no mostramos al público sus habilidades, sino cómo quererlos y amarlos como iguales. Es una de las funciones que más me gustan. Pero siempre espero con ansia las actuaciones de magia.
Cuando mi mente quiere desaparecer surgen los trucos de los magos más maravillosos que jamás conocerías. Consiguen crear escenarios y momentos que sanan cualquier herida, reconstruyendo pasados, mejorando los presentes y animando futuros en una mente inquieta, curiosa y soñadora. Si pudieras ver estas funciones creerías en seres mágicos, en la vida en otros planetas, en monstruos pero también en criaturas de fantasía. Pero sobre todo verías la realidad como un arco iris, donde todo el mundo pudiera entenderse.
Y entonces… vuela, vuela muy alto y desaparezco. Me verás que estoy en cuerpo, pero mi mente está en otro lugar. Se ha ido, pero acaba volviendo, no le queda otra.
Cuando viaja se da cuenta de los detalles que los que viven en cuerpo no consiguen avistar. El cielo ofrece una gama de colores que podrías contar hasta el infinito, los ojos consiguen hacerse mucho más sensibles a los detalles, tanto que hasta podrían percibir una célula entre millones de millones. Si te paras un momento y respiras hondo cuando tu mente está en otro lugar podrás oler el aroma del sitio donde se encuentra. El aire que roza tu piel es distinto, no te azota, sino que te acaricia y los abrazos no es un simple contacto entre humanos, es la conexión de dos mentes que, en ese momento se han encontrado por el camino. Mi mente a veces entona canciones o prefiere el completo silencio. Todo lo que escucha cuando viaja consigue erizarme la piel y la sensación es tan placentera que mataría por quedarme para siempre en ese momento. Cuando comes algo rico, si tu mente está en otro lugar te deleitarás con sabores tan deliciosos que no podrás evitar emocionarte.
La sensación de no pertenecer a este mundo, a la realidad en sí misma es cada vez más constante y, como un circo, mi mente se convierte en nómada e intenta buscar otros rincones donde sentirse libre y protegida, donde haya público que le entienda y tenga ganas de verla y escucharla. He notado que, cuanto más pasan los años, más necesita viajar, huir y desaparecer. Supongo que es la única manera de sanar mi cuerpo. Pero tengo miedo de que, algún día, no vuelva jamás. O, más bien, que nadie quiera ver sus actuaciones.
Quizá, si desapareciera y nunca más volviera, alguien podría encontrarla.
Mi mente dice sí. La realidad dice no.
Y así, en un continuo bucle, huye del mundo que ve pensando que, a su vuelta, todo habrá mejorado. Pero todo lo contrario.
Hay un lugar al que siempre viaja y le encanta. Es la función de una niña de apenas 6 o 7 años que sueña con sirenas, con princesas y con un planeta extraterrestre plagado de árboles de hojas de color violeta y tres lunas amarillas. Ella aún no sabe qué es la realidad, porque su realidad es lo que ella sueña, es lo que siente cuando abraza a sus padres, es lo que siente cuando la gente a su alrededor se ríe, es lo que siente cuando dibuja a sus personajes mágicos, es lo que siente cuando empieza a dominar la bicicleta sin las ruedas de apoyo y cuando moja sus pies en la arena húmeda de la playa de la tierra que la vio nacer.
Mi mente le sonríe. Ella consigue verme, en cuerpo y alma y, siempre, devuelve una sonrisa mellada cargada de dulzura y sinceridad.
Esa niña es la que me hace estar atrapada en un bucle. La que no permite que me haga mayor y me quede solo en un cuerpo con una mente que viva permanentemente en la realidad.
Pero, ¿qué de malo hay en que no quiera soltarla?