La niña que soñaba con arco iris bicolores volvió a despertarse aterrada. Las gotas del sudor tétrico de pesadillas se derramaba por su frente hasta perfilar sus mejillas.

Esta vez había soñado con el Sol. Y una nana le cantaba así:

Every soul comes to the sun
Carried on angel’s wings to human bun birth
Born of love or born of hate
Each one is heaven sent to human fate

La voz de aquella mujer a la que el Sol no dejaba ver era acogedora. La niña parecía mecerse en los brazos de su madre astral mientras se entonaba la melodía de un piano a lo lejos.

Un hombre del sombrero de pico negro sólo dejaba vislumbrar sus manos plateadas. Estaba enfrente de la niña, la cual abrió los ojos cuando sintió el frío del espectro que se cernía delante de sí.

In joy and pain each one will grow
For wisdom is so much more than what we know
And every child will find their way
Of living the whole life story day by day

La madre Sol seguía cantándole…

El hombre la cogió con ternura y la niña sintió congelársele el corazón. La madre Sol susurraba mientras…:

Dream
Little girl, dream
Dream

Cada vez se alejaba más de aquella madre cálida que la mecía con la ternura de los ángeles pero no podía moverse, demandar aquel cariño porque estaba congelada. Sólo veía el rostro oculto por el sombrero de pico de aquel señor, no hablaba, no hacía más ruido que el silencio. El piano se alejaba cada vez más…

En ese instante despertó la niña. Fue al baño, se miró al espejo. Su cara se había alargado, el pelo le había crecido y era más alta y más esbelta. Se había hecho mayor.

Puso la mano sobre su pecho y tras de sí notó aquel frío del señor del sombrero y lo escuchó susurrarle al oído a través del contorneo de las notas de un contrabajo…

«Nadie podrá destruirte ya»

La niña abrió ampliamente los ojos. Podía ver su reflejo iluminarse ante ella.

La voz seguía:

«Pero nunca digas que la verdadera naturaleza del ser humano, que su vurnerabilidad recae en aquellas notas que agudizan sus sentidos…»

La niña empezó a temblar… Las notas musicales tocaban cada vez más fuerte que parecían rozarle la piel hasta estremecerla. Su corazón seguía el ritmo de la melodía. Prosiguió la voz:

«Y en la mirada que penetra directamente en el alma»

La niña vio su reflejo que le miraba profundamente, sin expresión alguna salvo la comprensión. La imagen se difuminó y puedo ver de nuevo su imagen real reflejada en el cristal del espejo.

Comenzó a llorar.