Otra vez mi piel se cae a trozos, otra vez el desgarre consigue que me sienta frágil y desamparada.
Ni el paraíso más codiciado de todas las religiones existentes conseguirían que volviera en sí. Siento que he desaparecido.
Mis pies descalzos no dejan de sangrar mientras camino en la oscuridad más temible de todos los tiempos. No consigo iluminarla, no consigo que desaparezca. No oigo mi propia respiración.
Esperando el arrepentimiento de un alma que hace tiempo echó a volar. Me quedé aquí esperando a que volviera, a que me sacara de la oscuridad que empezaba a comerme por dentro, a callar mi voz. Ahora me he quedado ciega y nada ni nadie conseguirá que no me desgarre.
¿De verdad tengo que seguir esperando? ¿Para qué?
Este desgarre es tan profundo que no podré sobrevivir una vez más.
Caminando sin destino, sin una guía que ilumine el camino me he detenido.
El desgarre se suma a un grito de desesperanza que consigue romper mis cuerdas vocales.
No sé si mi voz pudo llegar al cielo, allá donde echaste a volar.
Ojalá sobreviviera para saberlo…