Mira chaval, hasta aquí hemos llegado. Lo siento por ti, pero mi paciencia tiene un límite. Ha llegado tu final.
Sabes que he luchado por sacarte adelante, he peleado para que alces tus manos y te agarres a mí, ahogándome con tu tristeza que yo podría haber convertido en dulces recuerdos. Cuando sudo por el esfuerzo que me provoca salvarte de tu oscuridad brotan de mis poros la sangre violácea de mis venas quemadas por el insomnio. Ya no aguanto más. Tu negación da paso ahora al sendero del purgatorio. Caes del Cielo de las almas luchadoras como Lucifer del reino de la Luz. Satanás, el que siempre ansió volver al Paraíso que perdió.
¿Sabes por qué sé que soy capaz de vencerte en este duelo de almas, de espíritus desbocados? Porque sé que la vida no es para desgastarla, porque comprendo a mis instintos y le doy a mi piel todo lo que pide y, cuando pierdo, sé aceptarlo con una sonrisa vengativa que endulza todo mi ser. Y volveré a intentar sobrevivir una y otra vez porque sólo se vive una vez. Tú no has sabido comprender eso y sientes que has perdido del todo. Tu desolación acabará antes que yo contigo, pero eso no puedo permitirlo. ¿Por qué? No hay mayor satisfacción que acabar con los cuerpos sin alma y honrar a los que luchan por una razón mejor, por los sueños, por los deseos y por las ilusiones.
Por eso mereces morir. Tu espíritu ha volado, ha quedado errante en lo desconocido…
BANG!