Ella se queda mirando al infinito. ¿Nunca habéis probado a hacerlo? Seguro que más de una vez lo habéis hecho pero solemos no recordarlo.

Mirar al infinito es mantener la mirada fija en un punto, pero no estás observando absolutamente nada. Tu mente anda perdida en la nada, viajando por el Universo en busca de algo que le haga reaccionar.

Puede tirarse horas así, sin sentir nada, sin percibir ni un solo resquicio de que se encuentra en un lugar y en unos hechos de los cuales no puede escapar.

Le ocurre cuando intenta explicarse a sí misma por qué se encuentra así, por qué posee pánico a absolutamente todo. Pánico a salir, pánico a conducir, pánico a la gente, pánico al futuro, pánico a sí misma, pánico a la hoja en blanco.

Escuchaba una letra que decía:

«Toda la vida soñando en este mundo hecho de papel.

Tengo los pies en el cielo. El corazón vuela alto también»

Y recordó que antaño estaba llena de vida, que antaño no poseía miedo a nada, que antaño se comía el mundo. Vuelve a fijar la vista en el Universo, buscando entre la nada algo que le haga reaccionar, que registre un click en su cerebro para librar el dedo pulsado en una pausa permanente y accionar el «play».

Volvió a perderse en el vacío, otra vez. Y cuando se dio cuenta de nuevo comenzó a entrar en pánico.

Seguía perdida en el infinito. Seguía buscando su esencia, su alma en ese punto fijo.

Pero se está cansando de buscarla y el pánico empieza a subir por sus pies, a provocarle sudores fríos, a disparar su corazón a mil por hora viendo llegar el final.

¿Se cansará de buscarla y se rendirá al pánico?

¿O podrá encontrarla y agarrarle de los dedos y tirar, tirar, tirar y encontrarse por fin?