Dentro de dos semanas un nuevo año va a empezar. Hoy he estado en el fnac para comprar mi material de año nuevo donde plasmar todo lo que me pase, piense, sienta, interprete, desfigure y recuerde. Una agenda para llevar al día mi alocada cabeza, despistada y desorientada, un bloc de notas Moleskine (ojo… una pijada como ninguna, pero que es toda una preciosidad), para anotar todo lo que me ocurra fuera de casa y del zulo y un diario, para, simplemente, desahogar lo que aquí no puedo, enlazar mi puño y letra con mi espíritu y comenzar así un nuevo proyecto que tengo en mente. Necesito leer, ver, conocer, palpar, sentir, admirar, odiar, amar cosas nuevas. No puedo estarme quieta porque me asfixio. Las cenizas de cosas pasadas sólo copan un pequeño montículo de recuerdos bonitos y acciones ridículas. Cada vez se alejan más rápido y desaparecen con el aire denso que antes respiraba. Y esto no es sobre amor.

Sé que es un nuevo día, un nuevo amanecer, una nueva etapa que comienza antes de lo previsto.

Volaré a donde el viento quiera que vaya.